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martes, 2 de abril de 2013

Maracapana: Abuela indígena de Puerto La Cruz



Maracapana es el primer nombre con el que se ha denominado el lugar que asienta la hermosa bahía que embellece el rostro de nuestra ciudad. Nombre que da una forma del comienzo surgido de los primeros pobladores. Nombre que dice, nombre que nos ubica en el tiempo y el espacio para proyectarnos en el ánimo de construir una historia de cómo ha devenido desde humilde aldea de aborígenes hasta la ciudad que somos hoy. Nombre que obliga a preguntarnos: ¿quiénes fueron aquellos primeros habitantes del lugar, que les correspondió ser receptores de hombres con vestimenta tan diferente, de un lenguaje inentendible pero accesible, gestualidad mediante, con enormes naves y llegando y apoderándose de la tierra que por siglos habían habitado?      
La primera vez que se hace mención escrita de Maracapana ocurrió cuando aparece un visitante desde las tierras de Sevilla llamado Juan de Castellanos.  Este hombre arriba por estas tierras en 1539, y se detiene primero en Nueva Cádiz (Isla de Cubagua) y seguramente recorrió muchos lugares de la costa oriental de la Venezuela de aquel tiempo. Escribió una obra de mucha importancia para el conocimiento geográfico de la región, el gentilicio de nuestros aborígenes   y de los venidos de la península ibérica que a lo largo del tiempo constituyeron, junto a los pobladores originarios, una nueva nacionalidad. La obra en cuestión lleva por título “Grandes Elegías de Varones Ilustres de Las Indias” y contiene más de cien mil octavillas rimadas donde se mencionan nombres de lugares y personas que son referencia del nuevo mundo que comenzaba a ser conocido.  Su lectura nos coloca en el tiempo de una región dramáticamente impactada en sus costumbres humanas, en sus actividades económicas, dando paso a nuevos paradigmas. A su vez nos compenetra con el impacto del sincrético  encuentro, y que dio pie a una transformación que comenzó a operar tanto en los componentes espirituales  como en las estructuras económicas y sociales de las nuevas naciones que comenzaban a formarse.
Quiero destacar en especial una octavilla que describe claramente nuestra región:
No hallareís ancon ni seno vaco/
De prepotentes pueblos y lugares /
Desde Trinidad a Cariaco/
Ni desde Cumaná hasta Tagares/
Chichiriviche, valle más opaco /
Guantar, Maracapana con sus mares/ 
Y Neverí, Caicarantal, Atamo,/
Provincia cada cual digna de amo. 

Es muy clara la caracterización que hace Castellanos de las muchas ensenadas (Ancon que es Ancón: ensenada pequeña y fondeable) que existen desde Trinidad hasta más allá de Neverí, especialmente entre la punta del cerro  El Morro  y Chichiriviche (Santa Fe)  y que ofrecían a los recién llegados puertos de gran seguridad y calidad.        
Cuando los españoles recorrían la costa oriental entre Cumaná y El Morro de Maracapana (Morro de Lechería), fueron atraídos por aquellos mares que ofrecían puertos naturales de gran calidad y en la medida que van conociendo sus nombres indígenas, entran a formar parte de la toponimia de la región. Es la razón por la que conocemos los nombres de Guantar, Maracapana, Chichiriviche, Paria, Arapo, Araya…etc. En el caso de Maracapana  que fue zona de tránsito para el rescate (intercambio comercial), zona frecuentada por el invasor dedicado al tráfico humano, que por su cercanía de Cubagua fue tierra de entradas esclavistas, también fue atractiva porque sus características geográficas  dadas por los ríos Neverí y Unare, les hacía creer que eran entradas al sur, donde debía encontrarse El Dorado.  
Al centrarnos en la lectura de la octavilla referida, podemos localizar claramente a Santa Fe  y Guanta (Guantar), sin embargo en el caso de Chichiriviche y Maracapana se prestan para una discusión y discrepancia.  Al decir “Chichiriviche, valle más opaco” debe referirse al valle que se forma en el golfo con el rio que desemboca en el mar, llamado por los indígenas Chichiriviche, que Castellanos relaciona el puerto natural de Santa Fe, bautizado así por los frailes dominicos, donde ocurrió un sangriento enfrentamiento entre los habitantes originarios y los traficantes de esclavos que los secuestraban para llevarlos a trabajar a Cubagua en la explotación perlífera.
En 1552 el padre dominico Fray Bartolomé de Las Casas publica su Historia de las Indias, libro de relaciones cronológicas de su llegada en 1502. Dice Las Casas en el capítulo 166 lo siguiente: “Dejada, pues la Margarita, vinieron a Cumaná y Maracapana, que esta de la Margarita 7 el primero y 20 el segundo, leguas. Estos son pueblos que están a la ribera de la mar, y antes del Cumaná entra un golfo, haciendo un gran rincón de 14 leguas dentro de la tierra. Estaba cercado de pueblos de infinita gente  (…) Y porque tenían necesidad de adobar los navíos porque estaban defectuosos para navegar a España tanto camino, y de bastimentos para mayor parte de su viaje, llegaron a un puerto que el Américo dice que era el mejor del mundo (…) Por otra parte, me parece que oí en aquel tiempo que había Hojeda (Alonso de Ojeda) entrado y adobado sus navíos en el puerto y pueblo que nombré Maracapana…      
Se reafirma con Las Casas la existencia de u n lugar denominado Maracapana, ubicado a 20 leguas de Cumaná.
Maracapana fue motivo de disputa entre los invasores españoles. Jerónimo de Ortal logró que la corona lo nombre gobernador de Paria en 1534 y solicita que su jurisdicción se extendiese  hasta Maracapana, creando un conflicto con los intereses de Nueva Cádiz de Cubagua que desde 1532 poseían la costa desde el golfo de Cariaco hasta  Maracapana, con ocho leguas de tierra adentro. Jerónimo de Ortal, ambición de por medio, avanzó más allá de lo que le permitía la real cédula, y llega al Morro de Maracapana. Funda a mediados de junio de 1535 el pueblo de San Miguel de Neverí  en un lugar dominado por los Cumanagotos, cercano a Naricual. Del lado izquierdo del margen del Neverí se asentaban los indios Tagare, y hacia la zona montañosa los indios Core. Esto nos aclara la idea de hacer entender como la zona entre el Morro y el margen inferior del Neverí, se iban configurando como una zona de tránsito y de esporádica ocupación por los españoles.
Pasado unos meses, San Miguel de Neverí ya se había convertido en el asiento de operaciones de Ortal, con el objeto de incursionar hacia el legendario Dorado. Comenzando el siguiente año llega a Maracapana un contingente de sesenta hombres y venticuatro caballos al mando de Rodrigo Hernando Vega, enviado por Antonio Sedeño, gobernador de Trinidad, que pretendía incursionar la zona en búsqueda del preciado Dorado. Estos hombres se instalan en una ranchería del Morro de Maracapana que estaba al mando del jefe Cumanagoto Guaracapa. En ese año de 1536 es Vega quien funda el fortín en ese lugar que siguió siendo la referencia para la entrada española.
Hay suficientes evidencias documentales de los desmanes que la rivalidad de Sedeño y Ortal dejaron en la población indígena, y en este caso quisiéramos mostrar desde Castellanos, en el  Canto Sesto de sus Grandes Elegías..,  donde se da cuenta cómo la gente de Sedeño, después que se metió tierra adentro, dieron con la gente de Jerónimo de Ortal y les quitaron los caballos.  Las narraciones en cuanto a lugares y acontecimientos son de tal precisión que no deja lugar a dudas: al decir que Maracapana se hallaba en el cerro circunstante, pueblo de la Cacica Magdalena, y como sabemos que es el mismo Morro de Barcelona, donde se erigió el llamado Fortín de la Magdalena, no nos cabe la menor duda de que el asiento de Maracapana se situaba entre Lecherías y Pozuelos. Contiguos estaban los pueblos de Guantar y Pertigalete o Portugalete.
 Escribe Juan de Castellanos lo siguiente:


El Sedeño mandó segunda gente
Caballos, munición y artillería
Con un soldado viejo muy valiente
Que Rodrigo Vega se decía
A quien yo conocí  medianamente
Pues que tuve su misma compañía
Desembarcaron en Maracapana
Que es en la misma costa comarcana.

Aquí  relata cómo la gente de Sedeño desembarca en Maracapana, ubicada en la costa de la comarca que es Cubagua:

Recogidos en esta pertenencia
 De Guacarapa, indio muy ladino
 Velaron con alguna diligencia
 Por tener al Ortal ya por vecino
 Mas no con el recato ni decencia
Que para su seguro les convino
 Porque nunca se hace buena vela
 Si sobre ella no anda quien le duela.

Pues Agustín Delgado, que despierto
En sus rondas y velas se hallaba
A los vecinos indios deste puerto
 Particularidades preguntaba
Del orden que tenían y concierto
Del número de gente que llegaba
Las armas de que estaban prevenidos
 Dónde y en cuantas partes repartidos.

La gente pues de Ortal bien informada
Por relación que pareció bastante
determinó de dalles alborada
Sin ponérseles cosa por delante
Caminaron con noche sosegada
Hasta llegar al cerro circunstante
Pueblo de la Cacica Magdalena
Cuya paz y amistad siempre fue buena.     


Bastante clara de cómo ilustran estas tres octavillas a Maracapana como epicentro del conflicto entre los jefes de la conquista.
Al desaparecer San Miguel de Neverí a los pocos meses –producto de la confrontación de los dos gobernadores—Maracapana se convierte en el campamento por excelencia de los colonizadores.  A la confrontación de los dos personajes mencionados se agregan los perleros de Cubagua que se manifiestan por la incursión tierra adentro en la búsqueda de la Guayana, tierra mítica, rica en oro, que abandonaban la isla a causa del agotamiento de los bancos de perlas. Estos instalan un asentamiento español en Maracapana a partir de los finales de 1538, que servía de base  de operaciones de rescate y sometimiento esclavista.
En el libro “La Formación del Oriente Venezolano”, Pablo Ojer, S.J., afirma  que “Desde 1519 (…) la costa norte del oriente Venezolano está ya fundamentalmente diferenciada en las siguientes provincias, partiendo de la península de Paria hacia occidente: Maracapana, Cariaco, Chiriviche o Santa Fe, y una segunda Maracapana, la que nos interesa, la cual se describe (hasta el rio Unari) (1). Esta última en el momento que historiamos tiene ya una localización más precisa, limitada aproximadamente al sector de costa donde actualmente tienen su asiento: Guanta, Pertigalete, Puerto La Cruz, Pozuelos y Lecherías. Más a occidente, y siguiendo a la anterior, reconocen con personalidad propia la provincia de Neverí, donde se halla la actual Barcelona. Entre ese río y el Unare nombran tres provincias principales: Cumanagotos, Chacopatas y Píritus.”  Es total la diferencia en la fijación de dos zonas que están claramente establecidas como lo son Neverí y Maracapana.
Otro que hace mención de la zona es  Girolamo Benzoni, cronista de origen italiano, que viajó por estas costas en 1550, se refiere a que después de su llegada a Cubagua ______
(1)      Es la Macarapana de hoy (En Carúpano), originada de una aliteración muy común en documentos antiguos.
 “…arribó con dos bergantines el gobernador de Margarita Pedro de Herrera, quien  con treinta españoles intentaba pasar a tierra firme para hacerse de un buen lote de esclavos. Una mañana partimos en la compañía de Jerónimo de Ortal y entramos por el río de Cumaná donde había una fortaleza construida de madera (…) Poco después el gobernador se alejo de Cumaná con toda su gente, y costeando al Oeste, fuese a Maracapana, pueblo establecido de unas cuarenta casas donde residían cuatrocientos españoles que anualmente elegían a su capitán. (…) Mientras permanecíamos en Maracapana llegó el capitán Pedro de Cálice con más de cuatro mil esclavos y aún era mucho mayor el número capturado, pero fallecieron algunos por falta de provisiones y por los trabajos y fatigas del viaje, y el dolor de abandonar sus tierras y familiares. Los españoles solían enterrar sus espadas en el costado o el pecho de los esclavos que no podían caminar, temiendo que si los dejaban atrás, luego les hicieran la guerra. Era verdaderamente horrible ver como trataban a aquellas criaturas desnudas, cansadas, débiles y exhautas por el hambre, enfermas y desesperadas. Completamente atadas con cuerdas o cadenas de hierro que envolvían sus cuellos. No quedaba una sola doncella sin ser violada por los españoles, y eran tan indulgentes en sus vicios, que arruinaban su propia salud”.
Son impresionantes las descripciones que hace Girolamo Benzoni no sólo de los lugares, sino también de sus habitantes en cuanto a costumbres y vestimenta. Es de altísimo valor en lo que se refiere a Maracapana como centro poblado por cuarenta casas y de residentes en cantidad de cuatrocientos, y el que llegue el capitán Pedro de Cálice con más de cuatro mil esclavos, nos dice que la zona era como centro de acopio de esclavos antes de ser llevados a Cubagua. Y en cuanto a sus habitantes dice lo siguiente: “…El capitán Cálice se había internado unas siete mil millas por aquel país que yo encontré casi despoblado, pese al gran número de habitantes que tenía al llegar los primeros españoles.”  No queda lugar a dudas que Maracapana debe guardar en el interior de sus arenales, sus albuferas y sabanas gran cantidad de huesos de nuestros ancestros originarios.
A la pregunta de rigor sobre la ubicación de Maracapana y su respuesta también nos encontramos con el geógrafo Marco Aurelio Vila en su obra  “La Venezuela que conoció Juan de Castellanos” y que  surge del hecho que Jerónimo de Ortal la convierte en su lugar de operaciones –como dijimos anteriormente—hallándose a dos leguas de San Miguel de Neverí, a orillas del río Neverí,  y de acuerdo con esto se sitúa Maracapana donde hoy se halla Puerto La Cruz, al oeste de Santa Fe.  
Aclara Vila que existió otro lugar con la misma denominación de Maracapana, pero referida a una corriente de agua que desembocaba en el mar tocando a Carúpano, que pasó a denominarse con el tiempo como Macarapana. Pero advierte el autor que la única Maracapana que sirvió de límite a la jurisdicción territorial de Paria, es la referida por Jerónimo de Ortal, que es la misma donde terminaba la Provincia de Venezuela cedida a los Welser por parte de la monarquía española en la persona de Carlos I en 1528. La capital de esa provincia de Venezuela era Coro, y tenía por límites por el oeste al cabo de la Vela y por el este el lugar de Maracapana, que a partir de allí se daba inicio la provincia de Paria que llegaba hasta la desembocadura del río Marañón.