Maracapana es el primer
nombre con el que se ha denominado el lugar que asienta la hermosa bahía que
embellece el rostro de nuestra ciudad. Nombre que da una forma del comienzo
surgido de los primeros pobladores. Nombre que dice, nombre que nos ubica en el
tiempo y el espacio para proyectarnos en el ánimo de construir una historia de
cómo ha devenido desde humilde aldea de aborígenes hasta la ciudad que somos
hoy. Nombre que obliga a preguntarnos: ¿quiénes fueron aquellos primeros
habitantes del lugar, que les correspondió ser receptores de hombres con
vestimenta tan diferente, de un lenguaje inentendible pero accesible,
gestualidad mediante, con enormes naves y llegando y apoderándose de la tierra
que por siglos habían habitado?
La primera vez que se
hace mención escrita de Maracapana ocurrió cuando aparece un
visitante desde las tierras de Sevilla llamado Juan de Castellanos. Este
hombre arriba por estas tierras en 1539, y se detiene primero en Nueva Cádiz
(Isla de Cubagua) y seguramente recorrió muchos lugares de la costa oriental de
la Venezuela de aquel tiempo. Escribió una obra de mucha importancia para el
conocimiento geográfico de la región, el gentilicio de nuestros
aborígenes y de los venidos de la península ibérica que a lo largo
del tiempo constituyeron, junto a los pobladores originarios, una nueva
nacionalidad. La obra en cuestión lleva por título “Grandes Elegías de
Varones Ilustres de Las Indias” y contiene más de cien mil octavillas
rimadas donde se mencionan nombres de lugares y personas que son referencia del
nuevo mundo que comenzaba a ser conocido. Su lectura nos coloca en el
tiempo de una región dramáticamente impactada en sus costumbres humanas, en sus
actividades económicas, dando paso a nuevos paradigmas. A su vez nos compenetra
con el impacto del sincrético encuentro, y que dio pie a una
transformación que comenzó a operar tanto en los componentes espirituales
como en las estructuras económicas y sociales de las nuevas naciones que
comenzaban a formarse.
Quiero destacar en
especial una octavilla que describe claramente nuestra región:
No hallareís ancon ni
seno vaco/
De prepotentes pueblos y
lugares /
Desde Trinidad a Cariaco/
Ni desde Cumaná hasta
Tagares/
Chichiriviche, valle más
opaco /
Guantar, Maracapana con
sus mares/
Y Neverí, Caicarantal,
Atamo,/
Provincia cada cual
digna de amo.
Es muy clara la
caracterización que hace Castellanos de las muchas ensenadas (Ancon que es
Ancón: ensenada pequeña y fondeable) que existen desde Trinidad hasta más allá
de Neverí, especialmente entre la punta del cerro El Morro y
Chichiriviche (Santa Fe) y que ofrecían a los recién llegados puertos de
gran seguridad y calidad.
Cuando los españoles
recorrían la costa oriental entre Cumaná y El Morro de Maracapana (Morro de
Lechería), fueron atraídos por aquellos mares que ofrecían puertos naturales de
gran calidad y en la medida que van conociendo sus nombres indígenas, entran a
formar parte de la toponimia de la región. Es la razón por la que conocemos los
nombres de Guantar, Maracapana, Chichiriviche, Paria, Arapo, Araya…etc. En el
caso de Maracapana que fue zona de tránsito para el rescate (intercambio
comercial), zona frecuentada por el invasor dedicado al tráfico humano, que por
su cercanía de Cubagua fue tierra de entradas esclavistas, también fue atractiva
porque sus características geográficas dadas por los ríos Neverí y Unare,
les hacía creer que eran entradas al sur, donde debía encontrarse El Dorado.
Al centrarnos en la
lectura de la octavilla referida, podemos localizar claramente a Santa Fe
y Guanta (Guantar), sin embargo en el caso de Chichiriviche y Maracapana se
prestan para una discusión y discrepancia. Al decir “Chichiriviche,
valle más opaco” debe referirse al valle que se forma en el golfo con
el rio que desemboca en el mar, llamado por los indígenas Chichiriviche, que
Castellanos relaciona el puerto natural de Santa Fe, bautizado así por los
frailes dominicos, donde ocurrió un sangriento enfrentamiento entre los
habitantes originarios y los traficantes de esclavos que los secuestraban para
llevarlos a trabajar a Cubagua en la explotación perlífera.
En 1552 el padre
dominico Fray Bartolomé de Las Casas publica su Historia de las
Indias, libro de relaciones cronológicas de su llegada en 1502.
Dice Las Casas en el capítulo 166 lo siguiente: “Dejada, pues la
Margarita, vinieron a Cumaná y Maracapana, que esta de la Margarita 7 el
primero y 20 el segundo, leguas. Estos son pueblos que están a la ribera de la
mar, y antes del Cumaná entra un golfo, haciendo un gran rincón de 14 leguas
dentro de la tierra. Estaba cercado de pueblos de infinita gente (…) Y
porque tenían necesidad de adobar los navíos porque estaban defectuosos para
navegar a España tanto camino, y de bastimentos para mayor parte de su viaje,
llegaron a un puerto que el Américo dice que era el mejor del mundo (…) Por
otra parte, me parece que oí en aquel tiempo que había Hojeda (Alonso de Ojeda)
entrado y adobado sus navíos en el puerto y pueblo que nombré Maracapana…
Se reafirma con Las
Casas la existencia de u n lugar denominado Maracapana, ubicado a 20 leguas de
Cumaná.
Maracapana fue motivo de
disputa entre los invasores españoles. Jerónimo de Ortal logró que la corona lo
nombre gobernador de Paria en 1534 y solicita que su jurisdicción se extendiese
hasta Maracapana, creando un conflicto con los intereses de Nueva Cádiz
de Cubagua que desde 1532 poseían la costa desde el golfo de Cariaco hasta
Maracapana, con ocho leguas de tierra adentro. Jerónimo de Ortal,
ambición de por medio, avanzó más allá de lo que le permitía la real cédula, y
llega al Morro de Maracapana. Funda a mediados de junio de 1535 el pueblo de
San Miguel de Neverí en un lugar dominado por los Cumanagotos, cercano a
Naricual. Del lado izquierdo del margen del Neverí se asentaban los indios
Tagare, y hacia la zona montañosa los indios Core. Esto nos aclara la idea de
hacer entender como la zona entre el Morro y el margen inferior del Neverí, se
iban configurando como una zona de tránsito y de esporádica ocupación por los
españoles.
Pasado unos meses, San
Miguel de Neverí ya se había convertido en el asiento de operaciones de Ortal,
con el objeto de incursionar hacia el legendario Dorado. Comenzando el
siguiente año llega a Maracapana un contingente de sesenta hombres y
venticuatro caballos al mando de Rodrigo Hernando Vega, enviado por Antonio
Sedeño, gobernador de Trinidad, que pretendía incursionar la zona en búsqueda
del preciado Dorado. Estos hombres se instalan en una ranchería del Morro de
Maracapana que estaba al mando del jefe Cumanagoto Guaracapa. En ese año de
1536 es Vega quien funda el fortín en ese lugar que siguió siendo la referencia
para la entrada española.
Hay suficientes
evidencias documentales de los desmanes que la rivalidad de Sedeño y Ortal
dejaron en la población indígena, y en este caso quisiéramos mostrar desde
Castellanos, en el Canto Sesto de sus Grandes Elegías..,
donde se da cuenta cómo la gente de Sedeño, después que se metió tierra
adentro, dieron con la gente de Jerónimo de Ortal y les quitaron los caballos.
Las narraciones en cuanto a lugares y acontecimientos son de tal
precisión que no deja lugar a dudas: al decir que Maracapana se hallaba en
el cerro circunstante, pueblo de la Cacica Magdalena, y como
sabemos que es el mismo Morro de Barcelona, donde se erigió el llamado Fortín
de la Magdalena, no nos cabe la menor duda de que el asiento de Maracapana se
situaba entre Lecherías y Pozuelos. Contiguos estaban los pueblos de Guantar y
Pertigalete o Portugalete.
Escribe Juan de
Castellanos lo siguiente:
El Sedeño mandó segunda
gente
Caballos, munición y
artillería
Con un soldado viejo muy
valiente
Que Rodrigo Vega se decía
A quien yo conocí
medianamente
Pues que tuve su misma compañía
Desembarcaron en
Maracapana
Que es en la misma costa
comarcana.
Aquí relata cómo
la gente de Sedeño desembarca en Maracapana, ubicada en la costa de la comarca
que es Cubagua:
Recogidos en esta
pertenencia
De Guacarapa,
indio muy ladino
Velaron con alguna
diligencia
Por tener al Ortal
ya por vecino
Mas no con el
recato ni decencia
Que para su seguro les
convino
Porque nunca se
hace buena vela
Si sobre ella no
anda quien le duela.
Pues Agustín Delgado,
que despierto
En sus rondas y velas se
hallaba
A los vecinos indios
deste puerto
Particularidades
preguntaba
Del orden que tenían y
concierto
Del número de gente que
llegaba
Las armas de que estaban
prevenidos
Dónde y en cuantas
partes repartidos.
La gente pues de Ortal
bien informada
Por relación que pareció
bastante
determinó de dalles
alborada
Sin ponérseles cosa por
delante
Caminaron con noche
sosegada
Hasta llegar al cerro
circunstante
Pueblo de la Cacica
Magdalena
Cuya paz y amistad
siempre fue buena.
Bastante clara de cómo
ilustran estas tres octavillas a Maracapana como epicentro del conflicto entre
los jefes de la conquista.
Al desaparecer San
Miguel de Neverí a los pocos meses –producto de la confrontación de los dos
gobernadores—Maracapana se convierte en el campamento por excelencia de los
colonizadores. A la confrontación de los dos personajes mencionados se
agregan los perleros de Cubagua que se manifiestan por la incursión tierra
adentro en la búsqueda de la Guayana, tierra mítica, rica en oro, que
abandonaban la isla a causa del agotamiento de los bancos de perlas. Estos
instalan un asentamiento español en Maracapana a partir de los finales de 1538,
que servía de base de operaciones de rescate y sometimiento esclavista.
En el libro “La
Formación del Oriente Venezolano”, Pablo Ojer, S.J., afirma que “Desde
1519 (…) la costa norte del oriente Venezolano está ya fundamentalmente
diferenciada en las siguientes provincias, partiendo de la península de Paria
hacia occidente: Maracapana, Cariaco, Chiriviche o Santa Fe, y una segunda
Maracapana, la que nos interesa, la cual se describe (hasta el rio Unari) (1).
Esta última en el momento que historiamos tiene ya una localización más
precisa, limitada aproximadamente al sector de costa donde actualmente tienen
su asiento: Guanta, Pertigalete, Puerto La Cruz, Pozuelos y Lecherías. Más a
occidente, y siguiendo a la anterior, reconocen con personalidad propia la
provincia de Neverí, donde se halla la actual Barcelona. Entre ese río y el
Unare nombran tres provincias principales: Cumanagotos, Chacopatas y Píritus.” Es
total la diferencia en la fijación de dos zonas que están claramente
establecidas como lo son Neverí y Maracapana.
Otro que hace
mención de la zona es Girolamo Benzoni, cronista de origen
italiano, que viajó por estas costas en 1550, se refiere a que después de su
llegada a Cubagua ______
(1) Es
la Macarapana de hoy (En Carúpano), originada de una aliteración muy común en
documentos antiguos.
“…arribó con dos
bergantines el gobernador de Margarita Pedro de Herrera, quien con
treinta españoles intentaba pasar a tierra firme para hacerse de un buen lote
de esclavos. Una mañana partimos en la compañía de Jerónimo de Ortal y entramos
por el río de Cumaná donde había una fortaleza construida de madera (…) Poco
después el gobernador se alejo de Cumaná con toda su gente, y costeando al
Oeste, fuese a Maracapana, pueblo establecido de unas cuarenta
casas donde residían cuatrocientos españoles que anualmente elegían a su
capitán. (…) Mientras permanecíamos en Maracapana llegó el capitán Pedro de
Cálice con más de cuatro mil esclavos y aún era mucho mayor el número
capturado, pero fallecieron algunos por falta de provisiones y por los trabajos
y fatigas del viaje, y el dolor de abandonar sus tierras y familiares. Los
españoles solían enterrar sus espadas en el costado o el pecho de los esclavos
que no podían caminar, temiendo que si los dejaban atrás, luego les hicieran la
guerra. Era verdaderamente horrible ver como trataban a aquellas criaturas
desnudas, cansadas, débiles y exhautas por el hambre, enfermas y desesperadas.
Completamente atadas con cuerdas o cadenas de hierro que envolvían sus cuellos.
No quedaba una sola doncella sin ser violada por los españoles, y eran tan
indulgentes en sus vicios, que arruinaban su propia salud”.
Son impresionantes las
descripciones que hace Girolamo Benzoni no sólo de los lugares, sino también de
sus habitantes en cuanto a costumbres y vestimenta. Es de altísimo valor en lo
que se refiere a Maracapana como centro poblado por cuarenta casas y de
residentes en cantidad de cuatrocientos, y el que llegue el capitán Pedro de
Cálice con más de cuatro mil esclavos, nos dice que la zona era como centro de
acopio de esclavos antes de ser llevados a Cubagua. Y en cuanto a sus
habitantes dice lo siguiente: “…El capitán Cálice se había internado
unas siete mil millas por aquel país que yo encontré casi despoblado, pese al
gran número de habitantes que tenía al llegar los primeros españoles.” No
queda lugar a dudas que Maracapana debe guardar en el interior de sus arenales,
sus albuferas y sabanas gran cantidad de huesos de nuestros ancestros
originarios.
A la pregunta de rigor
sobre la ubicación de Maracapana y su respuesta también nos encontramos con el
geógrafo Marco Aurelio Vila en su obra “La Venezuela que conoció
Juan de Castellanos” y que surge del hecho que
Jerónimo de Ortal la convierte en su lugar de operaciones –como dijimos
anteriormente—hallándose a dos leguas de San Miguel de Neverí, a orillas del
río Neverí, y de acuerdo con esto se sitúa Maracapana donde hoy se halla
Puerto La Cruz, al oeste de Santa Fe.
Aclara Vila que existió
otro lugar con la misma denominación de Maracapana, pero referida a una
corriente de agua que desembocaba en el mar tocando a Carúpano, que pasó a
denominarse con el tiempo como Macarapana. Pero advierte el autor que la única
Maracapana que sirvió de límite a la jurisdicción territorial de Paria, es la
referida por Jerónimo de Ortal, que es la misma donde terminaba la Provincia de
Venezuela cedida a los Welser por parte de la monarquía española en la persona
de Carlos I en 1528. La capital de esa provincia de Venezuela era Coro, y tenía
por límites por el oeste al cabo de la Vela y por el este el lugar de
Maracapana, que a partir de allí se daba inicio la provincia de Paria que
llegaba hasta la desembocadura del río Marañón.
He leído su crónica, por demás de interesante. Si está interesado, tengo una versión digitalizada de "Grandes Elegías de Varones Ilustres de Las Indias". En ella están todos los cantos. Si lo desea se lo puedo hacer llegar vía correo electrónico.
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