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jueves, 18 de junio de 2015

Quién fue Juan Ántonio Sotillo


Municipio Juan Antonio Sotillo

El epónimo que lleva el municipio cuya capital es Puerto La Cruz, está referido al valiente, arrojado y prestigioso  prócer de la independencia y caudillo federalista Juan Antonio Sotillo, nacido en Santa Ana en el mes de abril del año 1790, mismo lugar en que murió en junio de 1874. Muchos pobladores de este municipio desconocen la figura y su importancia, en términos de la historia regional y nacional, del hombre que fue Juan Antonio Sotillo y su rol en la guerra de independencia, librada por los venezolanos contra el yugo español y después en la guerra federal, signada por la lucha contra el feudalismo. Valorar si fue acertado o equivocado haber denominado así  lo que en primer lugar fue Distrito, por aquellos diputados, a quienes correspondió legitimar la decisión modificando la ley político-territorial del estado, no es el objeto que nos hemos trazado con la escritura de estas líneas. Sin embargo queremos expresar nuestra preocupación por el poco empeño puesto en la divulgación de la personalidad y el conocimiento de este hombre que da su nombre al municipio. Preocupación pertinente, reforzada además por la escasa enseñanza de nuestra historia local, tanto desde la educación formal como desde la edición de textos de diferentes formatos que permitan ese conocimiento.
Algunos confunden la personalidad del guerrero Juan  Antonio Sotillo con la del insigne educador Antonio José Sotillo, amigo cercano del general Isaías Medina Angarita; catedrático de Castellano y Literatura en varios liceos de Caracas; ejemplo de rectitud y laboriosidad, que fue confinado al pueblo de San José de Unare  por la dictadura de Gómez, como castigo por ser opositor ; padre del poeta Pedro Sotillo; contemporáneo de ilustres como Rómulo Gallegos, José Rafael Pocaterra y Augusto Mijares ; y que da su nombre al grupo escolar situado en la avenida municipal de Puerto La Cruz.
Incluso he comprobado que también se confunden con el médico Antonio José Sotillo, creador de la primera escuela de medicina del oriente fundada en Cumaná en 1850. Necesario es señalar que si bien Juan Antonio Sotillo no nació en Puerto La Cruz, y que no se conoce algún acontecimiento que lo relacione directamente con nuestro terruño, este prócer posee méritos suficientes para que quienes tenemos fijada nuestra vivienda aquí, se sientan honrados de llevar su nombre.
Y para que conozcamos un poco más de la personalidad de este insigne general del ejercito libertador me permito presentar una corta semblanza del hombre que fue. 
     
Fue uno de los nueve hijos de los legítimos esposos Pedro Sotillo y Bárbara Pérez. Entre los pobladores de Santa Ana les decían “padre de los Macabeos”, queriendo decir con esto que todos sus hijos fueron luchadores y mártires de la causa patriótica. Fue casado con Encarnación Páez, de cuya unión nacieron Miguel, José, Juan Antonio, Calixta, María, María del Rosario, Juana y Eladia. Sólo sus dos primeros hijos tuvieron la oportunidad de tener estudios adecuados, siendo el primero de ellos abogado y médico el segundo; seguramente las circunstancias vividas por esta familia impidieron que los otros hijos lo hicieran.
Juan Antonio Sotillo comenzó muy joven su carrera militar cuando se alistó en el escuadrón Santana formado por el General José Tadeo Monagas, a cuyas ordenes concurrió y participó en acciones importantes, iniciándose en 1813 en las primeras batallas libradas en Maturín. En 1814 participa en las batallas de Bocaduca, El Arao, Segunda Puerta, Aragua de Barcelona, Urica, Riveras del Orinoco, El Alacrán y El Juncal, Angostura, El Sombrero, La Cabrera, el Samán y Ortiz. Perteneció al grupo militar que facilitó las hazañas de José Tadeo Monagas en unión de Cedeño en 1815.
Prestó servicios en la causa independentista hasta el año 1824, fue comandante de Armas de la Provincia de Barcelona en 1833 y jefe militar de la provincia de Apure en 1849.      
En 1817 estando Simón Bolívar en Barcelona preparando su campaña de Angostura, dio órdenes de buscar un soldado que fuese capaz de practicar con éxito un espionaje a gran distancia, a fin de saber si algún movimiento de tropas realistas se operaba en esa dirección. Monagas recomienda a Sotillo, quien prometió al Libertador no sólo dar con esa marcha de españoles, si la había, sino también que dejaría fuera de combate al jefe que los mandara. Sotillo salió en efecto acompañado de unos pocos hombres de sus más intrépidos compatriotas, con caballos escogidos de remonta. Salieron buscando la ruta hacia Angostura atravesando por las Margaritas del Llano. Al llegar a las cercanías de El Chaparro uno de sus hombres husmea y comprueba la presencia de una tropa española que acampaba  en el lugar ese día. Sotillo y sus hombres merodean el sitio con mucha precaución; un indio les proporciona más información que les permite preparar su estratagema. Aquella tropa española era comandada por el realista La Torre, que avanzaba por el Guárico, destinada por Morillo desde el Apure, a proteger la provincia de Guayana. Sotillo acuerda con sus hombres entrar en la divisa española, y para ello deciden esconder los caballos cerca, desensillados. Caminan a la derecha para caer al camino por el que se llega de Zaraza a El Chaparro, simulando procedencia de Guárico. Al llegar a los predios del pueblo y toparse con los soldados españoles de avanzada, contestan al “¿Quién vive?” con la frase “oficios de Calabozo”. Así, el grupo encabezado por Sotillo llegan hasta la presencia del jefe realista que estaba en la plaza rodeado de su estado mayor en disposición de marcha. Sotillo se presenta ante el jefe realista y mientras distrae a todos desenvolviendo una pañoleta, simulando contener papeles oficiales que entregar, se lanza sorpresivamente sobre La Torre con la intención de lanzearlo. El español que era muy diestro en el manejo de las riendas escapa haciendo saltar a tiempo el ágil caballo que montaba. En medio de la sorpresa , la confusión y los gritos de alarma, Sotillo y sus hombres arrancan en carrera hacia la salida para Barcelona, pero antes echan mano de un joven lugarteniente que estuvo a su alcance y atravesando el cuerpo de este al suyo, y amarrando con sus manos el cuello del mozo. Salieron gritando “¡Cójanlos!”, como si fuesen ellos detrás de los asaltantes, con cual treta despistaban a los soldados españoles que acudían y que luego se retiraban dejando la persecución a los supuestos primeros perseguidores.     
 Ocurrido este acontecimiento, ideado previamente, Sotillo llega a Barcelona con aquel mozo de apellido Villanueva, lo entrega al Libertador para que lo interrogue no sin antes excusarse por no haber cumplido su promesa de aniquilar al caudillo realista.
Este acto heroico de Sotillo es una muestra de cómo los hijos de esta tierra poseían una elevada moral, que en medio de grandes peligros eran capaces de arriesgar su vida por la patria.
No abundan datos precisos de los ascensos de Sotillo, pero los cierto es que después de la batalla de El Juncal en 1816, continua participando en las luchas de la emancipación casi siempre en el oriente del país bajo las ordenes de José Tadeo Monagas y en 1824 alcanza el grado de General. Su educación fue la de los campamentos, pero se distinguió como el llanero con un alto sentido practico de la vida con una agudeza e ingenio que dieron paso a tantas anécdotas de cada caso. Fue sin duda el más esforzado teniente del General José Tadeo Monagas, tanto en la guerra de independencia y después durante la federación.
En 1830 lo acompaña en la pacificación de algunos poblados que insistian en proclamar la integridad de la Gran Colombia. En 1831 el mismisimo José Tadeo Monagas encabeza una revuelta donde proclamaba la integridad de Colombia resentido por la desaprobación del tratado de Unare y por la abolición del fuero militar, aprobado por la constituyente.  Monagas designa a Sotillo para que reforzara y apoyara a Heres que encabezaba la insurrección hasta que se firmó el tratado entre Monagas y Páez en Valle de la Pascua. En 1835 se le vio al lado de Monagas en el movimiento llamado “Revolución de las reformas” que terminó gracias al tratado con Páez en el sitio Pirital del Roble. La lealtad de Sotillo con José Tadeo Monagas era de tal magnitud que cuando este se preparaba para trasladarse a Caracas para encargarse de la presidencia de la República, llego a Santa Ana una hoja suelta suscrita por Cecilio Acosta en la cual invocaba con fervor a Páez para que volara a Caracas; y a sabiendas Sotillo que Monagas no se sometería a ejecutar su mando junto con los oligarcas –que en su concepto era para eso que llamaban a Páez por boca de Cecilio Acosta—se traslado a Barcelona con el propósito de acompañar a Monagas en previsión de los posibles hechos que pudieran presentarse.
El documento que provocó la reacción de Sotillo tubo su origen cuando Monagas se hace partidario de indultar para salvar las vidas de algunos procesados por conspiración. De este modo se inicia Monagas con una medida civilizadora aboliendo la pena de muerte por delitos políticos. No se conocen de la influencia que pudo ejercer Sotillo en esta postura de Monagas, pero de seguro que su opinión al respecto por lo menos fue escuchada.
Cuando se produce el rompimiento de Monagas con los conservadores, Sotillo permanece al lado de aquel en los dos intentos de Páez en su contra, con el resultado de que el centauro, el de las grandes proezas en la guerra de la independencia, se ve rechazado por el pueblo hasta el punto de ser considerado un embarque. Así fue reseñado por por un oligarca muy respetado como Juan Vicente González, quien escribió lo siguiente: “le temió cobarde Páez a Monagas; le imploró cautivo, y espero a que lo derrocasen los fuertes para sucederle”. La expresión “los fuertes” era una alusión a los Conservadores y Liberales de la revolución contra Monagas de 1838. 
Y para reforzar la comprensión de la estirpe de este valiente vamos a contar una anécdota de su madre, bien reveladora del valor y la templanza del vientre que engendró a Juan Antonio Sotillo:  Cuando se inició el movimiento emancipatorio, Juan Antonio Sotillo junto con sus hermanos Miguel y José Antonio, abandona la tranquilidad del hogar y se despide de sus padres. Se suman a las filas patriotas organizadas por el coronel José Tadeo Monagas. Juan Antonio y sus hermanos se entregan de cuerpo y alma a la revolución con el propósito de sacar de nuestra tierra el despotismo encarnado en el imperio español.
La madre de los Sotillo, Doña Bárbara, siempre desplegaba sus sentimientos de amor por la patria y en especial no perdía oportunidad de resaltar la causa abrazada por sus hijos, mostrando su convencimiento republicano. Entre sus amistades más cercanas les decía “yo todos los días al levantarme en la mañana, después que me persigno en nombre de Dios, también lo hago en el nombre de la patria” , y en efecto para alegría de todos, doña Bárbara les hacia una demostración de la oración que pronunciaba.
Cuando Boves entró a Santa Ana, no faltó quien le informara que allí habitaba la mamá de Sotillo, y que ella, tan insurgente como sus hijos, se persignaba como si no fuera cristiana. Al acto, Boves encomendó una escolta en busca de Doña Barbara. La anciana mostrando majestad y valor ante el caudillo le dice
        –  Estoy a su mandar general
—    ¿es usted la madre de los Sotillo?—preguntó el asturiano
—    Si señor
—Y dónde están los hijos
—están con el coronel José Tadeo Monagas, peleando por la patria
—Bueno, ahora quiero que se persigne de la manera que usted lo hace, no como cristiana sino como patriota
—señor voy a complacerlo—dice la valerosa anciana y poniéndose de rodillas expresa con la señal de la cruz: en el nombre de la patria; libranos Bolívar de los españoles; en el nombre de la libertad y con la ayuda de Juan Bautista Arismendi, José Tadeo Monagas y José Antonio Páez; Amén. 

El feroz asturiano, con su característica sangre fría, saco su espada, y estando ella aún de rodillas, le tomó la mano derecha y se la cortó de un tajo diciéndole:

—¡Eso es para que también se persigne por Boves!      


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