Ocurre ante los ojos de todos los puertocruzanos. Muchos de
ellos nos tratan con desprecio y humillan cuando entramos a sus
establecimientos, exigiendo abrir el bolso, a una dama o caballero, como medida
de comprobación que no sustraemos nada del negocio. Pretenden dar vuelto con
caramelos y si algún consumidor o consumidora osara pagar con los mismos
caramelos, el torrente de ofensas por parte de estos asiáticos es devastador.
En una oportunidad presencié una escena como esta, en la zona rural, y debí
meterme a defender la señora, que minuciosamente acumuló en un frasco grande de
vidrio, todos los caramelos que los regentes del negocio le habían dado con la
justificación de “no tenel sencilo”.
Son cuantiosas las cantidades de dinero que manejan. Ya no nos
sorprendemos cuando vemos que recién llegados, sin hablar una papa de español,
ya poseen un negocio y un lujoso vehículo obtenido con la rapidez del rayo, a
diferencia del calvario que debe vivir un venezolano para adquirirlo.
Cuando funcionaban los bingos, verdaderos templos del vicio,
allí se podían ver a borbotones. Empedernidos jugadores, fumadores, sin
límites. Ya no son aquellos chinos lavanderos y planchadores, de la calle
Sucre, o los que confeccionaban el “Pan Sango”. Ahora son potentados que tienen
lugares en la ciudad, ilegales, donde desarrollan el espíritu lúdico que
los caracteriza.
Se han convertido en propietarios de inmuebles en puntos
estratégicos de la ciudad, desde donde desarrollan los negocios. Valdría la
pena investigar si quien compra los inmuebles son personas naturales o
jurídicas, y a partir de allí, ver qué ramificaciones tienen, quiénes compran,
con otras personas o empresas de este inmenso “sindicato”, por no decir clan,
que tienen estos asiáticos. Por añadidura, muestran con toda su arrogancia, que
les importa un comino la ciudad, pues, cada local, cada edificio nuevo que
aparece en la ciudad, propiedad de estos sujetos, son un monumento a la más
horrible de las corrientes arquitectónicas, que tristemente es elaborada por un
profesional venezolano que pensó únicamente en el dinero que se ganaría. Por
otra parte se evidencia que la autoridad local no tiene un plan regulador de la
estética urbana, que debe tener cualquier ciudad decente, especialmente la
nuestra de la que muchos se ufanan de su potencial turístico, que serviría al
menos para evitar que nuestra patria chica no se convierta en un gran galpón
atiborrada de plásticos y derivados, bisutería china, quincallas y aparatos
electrónicos chinos.
¿Qué tipo de negocios desarrollan? Pareciera que acordaran el
establecimiento que le corresponde a cada uno de ellos: abastos y pequeños
mercados, quincallerías y envases plásticos y de aluminio, restaurantes y
aparatos y componentes electrónicos y en los últimos años la comercialización
de fuegos artificiales; que por cierto los chinos descubrieron la especial
atracción de los venezolanos por esta mercancía a la hora de celebrar las
fiestas patronales en cada pueblo o ciudad, fiestas de la virgen del Valle, una
graduación en un kindergaten o una Universidad pública o privada, o la elección
de una reina en un barrio o urbanización.
Y conocemos, en el caso de los que venden víveres, alimentos y
mercancía seca, cómo se comportan a la hora de aprovecharse de los hábitos del
venezolano como consumidor: especuladores sin límites, sobornadores de los
funcionarios oficiales, que por supuesto buena parte de estos caen en esta
práctica, pero que en el fondo es la genuina expresión del desprecio hacia la
población por parte de aquellos.
Es necesario ponerle límites a estos comerciantes. En nuestro
Paseo Colón es muy difícil conseguir algún negocio que expenda una buena sopa
criolla, de pescado, gallina, res o mondongo, arepas de reina pepiada, cochino,
asado negro…etc, comida venezolana pues, pero la cantidad de negocios de comida
china (y árabe, que también son otro caso de arrogancia que trataremos en otro
artículo) abundan y con precios especulativos.
Investíguese a cuál comerciante chino (y árabe también) le
importa la igualdad social y económica, nuestra cultura, nuestro transito al
socialismo. Sin mayor rigurosidad podrán comprobar que muchos de esas personas
son nuestros adversarios, por decir lo menos. Y cabe preguntarse: ¿Hay algún
organismo oficial que investiga esa invasión silenciosa? ¿Quién investiga cómo
entran los chinos al país o es que la organización que los respalda es muy
poderosa, que más bien como que entran más? ¿Se tiene cuantificado la cantidad
que habita en Venezuela?
Nos molesta que las cosas vayan pasando, que estos asiáticos
avanzan adueñándose de buena parte de nuestra economía, que nos agreden, y
nadie haga algo para darles un parao.
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