LA TORTURA Y EL HUMOR
Aquella noche de marzo
de 1961 se mostraba tan tranquila y desolada, que ninguno de aquellos tres
militantes de la juventud comunista recordó la necesidad de fortalecer la
seguridad, tan necesaria en estos casos. Salieron a cumplir una tarea muy
convencional en aquella época, como era la colocación de volantes en lugares
estratégicos que luego se esparcirían por la acción de otro militante, que
actuaría al amanecer. Recorrieron varias calles de Puerto La Cruz desde las
7:oo pm hasta aproximadamente la 1:oo de la madrugada. Debían cuidarse del
asedio de la policía política, la Digepol, del gobierno adeco. Cuando sentían
el ruido de un vehículo tenían que esconder el paquete contentivo de volantes.
Una vez que concluyeron la tarea respiraron profundo y sin tensiones
emprendieron su caminata desde la calle El Guamache en retorna al barrio Los
Yaques. Pero algo inesperado los esperaba en la esquina de la calle Anzoátegui
con la Bolívar. Ellos, que bajaban por la primera se percatan que en aquella
esquina hay un vehículo en el mero centro de la intersección, varios individuos
lo rodean. Antonio Pérez, Luis Eduardo Notaro y José Itamar Rondón Freites,
este último conocido por sus allegados como el Conejo, detienen
gradualmente el paso, y al unísono se voltean para pegar la carrera hacia
atrás. Sin embargo, se dan cuenta que otro vehículo, y varios hombres en su
interior, bajan aceleradamente desde la avenida 5 de julio. En lo adelante no
opusieron resistencia y fueron llevados hasta la sede del cuerpo policial en Barcelona.
Nunca les dijeron porque
los detenían; la acusación más reiterativa fue “¡ustedes son
comunistas!”, “¿dónde está el chico?”, “¿dónde esconden las armas?”… etc.
Fueron llevados con los ojos vendados hasta un cuarto húmedo y pestilente,
amarradas sus manos y atados a un travesaño de madera con un poco más de dos
metros de altura. Los pies apoyados sobre un rin de vehículo. Allí los
mantuvieron por muchas horas, hasta que vinieron dos hombres a interrogarlos.
Perdieron la noción del tiempo. Los golpearon sin lograr que alguno de ellos
dijeran algo que les sirviera a la Digepol.
Pasaba el tiempo sin que
tuvieran noción de cuánto había transcurrido, y Nottaro, exhausto, al igual que
sus otros camaradas, pregunta a Antonio: ¿Qué hora será Antonio? A
lo que el Conejo, adelantándose, le responde: ¿Qué..? ¿Vas pa´l
cine?
JaJa Excelente, hay personas que ni en los peores momentos pierden el humor
ResponderEliminarUna verdad tan grande como el cielo.
EliminarJa ja ja, excelente, hay personas que no en las peores situaciones pierden el humor
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