ESPANTAR LO BUENO DE LOS NIÑOS
Caminando por la calle La Línea de
Bella Vista, voy rumbo al Mercado Municipal. Súbitamente un
automóvil se detiene, a mi lado izquierdo, mientras la mujer que ocupaba el
asiento al lado del chofer abre la puerta, con fuerza y mal encarada, en el
asiento de atras va una niña, tal vez de 8 años, observa con ojitos
engrandecidos, enmudecida, los movimientos de su madre.
— ¡Coño… tú lo que traes es pura basura
en este bulto!— dice la madre.
Abre el cierre del bulto plástico,
color rosado, adornados sus lados con estampas de personajes de las
comics de la televisión. Lo sacude sobre la zona verde entre la cuneta y la
acera. Eran restos de comida, servilletas y envoltorios de golosinas o
caramelos.
— Por qué no lo echaste en la papelera
de tu salón— agregó
La niña, observando la cara enrojecida
de su madre y su ceño fruncido, responde:
— ¡Mami!.. ¿por qué no lo echamos en el
pote de basura de la casa?
— ¡Pero bueno hijita!.. ¿Más basura
para la casa?.. ¡Eso es lo que te vas a llevar para la casa—replicó la mujer.
La niña le dio a la madre el envase con
agua, que aún le quedaba una buena porción, suficiente para lavar el
bulto.
Retomaron la marcha y la voz
altisonante de la madre se escuchó hasta un rato después.
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